sábado, 10 de marzo de 2018
"LOS RECUERDOS DURADEROS" - BIENESTAR EMOCIONAL POR LA CRISTINA PAPAZIAN, CLR.
Conocer siempre ha sido el objetivo del hombre. Sin embargo, para algunos pensadores el verdadero sentido del conocimiento requiere de un juicio crítico y racional, objetivo en sí mismo, que no deje espacios para convicciones basadas en la fe, la creencia, la opinión, la ilusión y hasta la imaginación.
Claro está, otros se oponen a estas corrientes racionalistas y así desde siglos continúan los debates en busca de “la verdad”. Como fuera la corriente con la que deseemos empatizar, está claro que siempre será necesario un sujeto en acción, es decir alguien con predisposición de apropiarse del conocimiento y hasta de rechazarlo.
También el sujeto desde el punto de vista cognitivo tendrá su propio límite, dado por su estructura configurada para conocer nuevos objetos o profundizar sobre ellos. Me gustaría dejar expuesto que cuando hablamos de objeto, lo hacemos para mencionar algo externo a él, al sujeto y no como un elemento material.
Gracias a los conocimientos previos sobre “objetos” que una persona puede tener, es capaz de almacenar con una función del cerebro, en la memoria. Esta a su vez posee funciones muy primitivas como mirar, caminar, escuchar, sentir al tacto y oler.
Luego, otras más sofisticadas y combinadas se ponen en acción con una compleja red neuronal, que dicho sea de paso hay que alimentar con distintas actividades y en las distintas etapas de la vida para llegar a la edad madura con el menor deterioro cognitivo posible.
La memoria nos permite conservar y reproducir acontecimientos del pasado y evocar experiencias, sensaciones sentidas y vividas. ¡Vaya poder del ser humano!. ¡Tanto influye la memoria en nuestra función cerebral como en nuestra vida psíquica!.
Allí guardamos las experiencias más felices y también aquellas que nos han lastimado. Y salen a veces a la luz desde aquel mundo extraño del inconsciente para ser vistas o deciden guardarse en el espacio más profundo de la memoria, ocasionando muchas veces síntomas que nos impiden sentirnos saludables o plenos.
Les compartía las funciones de la memoria y recordé cómo mi memoria primitiva, que se manifestó desde el olfato se activó para dejar pasar un recuerdo que me volvió a emocionar. Pequeños sucesos diarios de los que a veces no tomamos la cuenta.
Verano, con el calor agobiante de la ciudad. Por suerte en mi barrio las casas bajas con patios y plantas todavía resisten al emplazamiento de los edificios altos. Salí con mi sombrero, recomiendan usarlo y no lo hacemos con frecuencia, siempre la mirada del otro….
Alguien, una persona quedada en el tiempo, con su delantal de cocina todavía puesto como para que no nos quedara duda de su actividad de ama de casa, estaba baldeando el patio del frente de la casa.
Mirar con curiosidad fue mi actitud primera, ver esa escena quedada en un tiempo abrió los portales de mi memoria, de mis emociones y sensaciones, Me dejé llevar por el olor de las baldosas mojadas, ésas de antes, decoradas con colores y dibujos geométricos.
Azules, rojos en este patio de baldosas gastadas por el tiempo y en una casa que todavía le hace frente a la modernidad que ya está instalada en cada barrio de la ciudad.
Quienes pasamos los umbrales de la mitad de la vida sabemos de aquellos olores, de aquellos recuerdos y cuando la ocasión se presenta, como en mi caso, podemos rescatar de la memoria alguna vivencia.
La casa de los abuelos, los vecinos o nuestra madre baldeando el patio; y seguramente nosotros mismos de pequeños intentando hacer esta tarea a la hora de refrescar el ambiente del verano, cuando cae la tarde, y en otro tiempo…
Me pregunto qué podrán recordar en el mañana los jóvenes de hoy, los llamados “millennial” que han llegado a la edad adulta con el cambio de siglo. Habrán podido conocer estos patios, ¿Qué otros “patios” activarán sus recuerdos?; ¿Qué olores o sabores los llevarán de nuevo por un momento a sus infancias?.
Asociar un sentido a un recuerdo es una función humana, un proceso cerebral importante que interviene en nuestro desarrollo y a través de las funciones psíquicas asociadas contribuyen -en mayor o en menor medida- a nuestro bienestar.
Lo bueno de esto es que nos pasa cada día, en cada momento y lo malo es que pasamos muchos días y mucho tiempo sin darle la debida importancia. El bienestar es una actitud, una conducta final del sujeto, de la persona.
Y en esta decisión, también interviene el conocimiento y la emoción. Procesos unidos desde lo más primitivo a lo más complejo, y que dan al hombre la posibilidad de ir y volver a momentos que por alegrías o por resquemores quedaron impresos en nuestras vidas.
Aun cuando las emociones del pasado se encuentren asociadas a rencores o resentimientos, habrá una posibilidad en el presente de sanar o reparar para alcanzar la paz deseada por el alma humana y por el bienestar personal.
“El sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca” Immanuel Kant- Filósofo
Clr. Cristina Inés Papazian
cristina.bienestaremocional@gmail.com
FUENTE: http://www.sardarabad.com.ar/wp-content/uploads/2018/02/1932web.pdf
Fuente: Guia Menc