sábado, 23 de mayo de 2015
ARTIN ELMAYAN, EN INFORME SOBRE LOS "JÓVENES ANCIANOS", POR GISELE SOUSA DÍAS.
Tenemos instalada la idea de que hay una edad en la que la gente dura, no vive. Que alguien de más de 90 años es, en el mejor de los casos, sólo el recuerdo de una mente que funcionó, de un cuerpo que fue productivo, de una memoria que fue veloz.
Sin embargo, a medida que la esperanza de vida crece, es cada vez más usual encontrarse con personas longevas que siguen activas y que no están sentadas en una mecedora esperando su muerte: ancianos que no parecen lo que imaginamos por ancianos, y que viajan, usan la tecnología, estudian y hacen deportes, tanto o más, que muchos jóvenes.
Artin Elmayan se encuentra en este informe de Clarín, sobre los nuevos “jóvenes ancianos” que cuentan cómo son sus vidas después de los 90 y cuáles son sus próximos proyectos.
Artin Elmayan, armenio, tiene 98 años, es socio vitalicio de River y entrena tenis tres veces por semana: “Juego con muchachitos de 70, 75 años”, se ríe. “A veces están peor que yo, es increíble”, observa, y deja claro que la vejez no es una cuestión de edad. Después, va al gimnasio a hacer aparatos: “Es que a esta edad la artrosis no perdona, hay que activar los músculos, sino se quedan dormidos”, cuenta mientras entrena.
Artin, que durante 56 años estuvo a cargo de una fábrica de uniformes de colegio, se jubiló con una idea: “Ahora estoy de vacaciones de la vida. Me junto con amigos a conversar, leo el diario, miro documentales científicos, leo algún libro sobre temas edificantes y cuido a mi novia”, dice. Su “novia” es una mujer de 91 años con la que se casó en 1942.
“Hace poco fui a Armenia. Ahora tengo ganas de hacer otro viaje, me gustaría ver Florencia, París, Grecia, lo estoy planeando, quiero ir a ver arte. Toda esa actividad te enriquece: yo, si pudiera, hoy aprendería chino”. Esa parece ser entonces la receta: tener proyectos, porque es eso lo que da sentido a la frase “estar vivos”.
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Fuente: Guia Menc